Nothingness encapsulated. You won't feel a thing.

Friday, May 05, 2006

Manifiesto
Un comunicado de prensa de GRMA

(Traducción al castellano por Javier Moreno con colaboración de Daniel Ramos. Texto original de George Saunders publicado originalmente en Slate y luego en The best american non-required reading 2005.)

El pasado jueves, mi organización, Gente Reacia a Matar por una Abstracción, orquestó una abrumadora demostración de fuerza a nivel mundial.

Exactamente a las nueve de la mañana, trabajando enfocados y sigilosos, nuestros miembros lograron simultaneamente no decapitar a nadie. A las diez se inició la Fase II, y durante ella nuestros miembros no forzaron a un sólo hombre a chupar el pene de otro hombre. Además, ninguno de nosotros explotó en un espacio público repleto de gente. Adicionalmente, a las once, en la Fase III, cero (0) aviones fueron reventados contra edificios.

Durante Fase IV, luego del almuerzo, evitamos participar en la demolición de cualquier casa. Más aún, emplazamos, en caminos de todas las ciudades, en todas las naciones del mundo, un total de cero (0) minas que, al no estar ahí, no estallaron subsecuentemente, matando y desmembrando un total de ninguno. Ni una bomba fue lanzada, durante las horas de la tarde, sobre populosos barrios civiles, desde los cuales, fue notado, ni un silencio momentaneo tras las bombas se escuchó. Estos silencios no fueron, en todas las ocasiones, seguidos por inimaginables y dolorosos bramidos de ira, y/o frenéticas imprecaciones a alguna deidad. Ni un sólo bebé durmiente fue despertado de su siesta vespertina por el colapso súbito y/o conflagración de su domicilio durante Fase IV.

Al cierre de la tarde (Fase V) nuestros miembros se enfocaron en usar cero (0) perros entrenados para herir/aterrorizar prisioneros desnudos. Adicionalmente, ni una pistola antimotines, ni una porra, ni una bala de goma, ni una gota de gas lacrimógeno fue usada por nuestros miembros contra ningún individuo, en ninguna parte del mundo. Nadie fue forzado a usar una capucha. Ni un diente fue arrancado en habitaciones oscurecidas. Taladros no fueron aplicados contra carne humana, tampoco látigos o fuego. Nadie fue llevado al llanto histérico tras una serie de golpes en la cabeza y el cuerpo por parte nuestra. Nuestros miembros, sin demostrar ni un ápice de racismo, hábilmente lograron no violar a nadie ni individual ni masivamente, ni tampoco asaltar sexualmente una sóla persona. Por el contrario, durante estas horas, muchos de nuestros miembros coquetearon felizmente e incluso consolaron, de una manera no sexual, a individuos por los que se sentían atraidos, dejando a un lado sus impulsos básicos, en un súbito ataque de empatía.

A medida que la noche caía, nuestros miembros no guardaron ni un sólo sentimiento secreto de rabia o, si lo tenían, meditaron, o discutieron estos sentimientos con un amigo hasta que estos amainaron o fueron entendidos como síntomas de una pena más honda.

Debe ser señalado que, además de las actividades ya listadas y ejecutadas por nuestros miembros, un número considerable de actividades no planeadas fueron realizadas por miembros de medio tiempo e incluso por personas que no pertenecen a la organización.

En Londres, un abuelo homofóbico cuya bolsa de compras se rompió le entregó una lonja de buen pan a un hombre gay y calvo que se detuvo a ayudarlo. Una mujer encorvada y desdentada en Tokio se agarró la cabeza con las manos, cansada más allá de lo admisible de todos sus años cultivando sentimientos de rabia y pesimismo, y silenciosamente rezó porque su corazón, de alguna manera, se iluminara antes de que fuera demasiado tarde. En Syracuse, New York, sosteniendo el cuerpo inerte de su gatito, un hombre sintió una repentina afinidad por todas las cosas pequeñas.

Hasta personas que a todas luces no pertenecen a nuestra organización, aparentemente, respondieron a nuestros esfuerzos. En Chitral, Pakistan, por ejemplo, un joven recluta de Al-Qaeda recordó la manera como una vieja turista norteamericana una vez hizo un comentario animoso sobre su inglés, y como, mientras lo hacía, tocaba su brazo, como una madre. En Gaza, un soldado israelí y un joven palestino, justo antes de desviar sus ojos y musitar insultos en sus respectivos idiomas, intercambiaron una breve mirada de vergüenza mutua.

¿Quiénes somos? Algunas palabras sobre nuestros miembros.

Desde el inicio del mundo, hemos hecho nuestro trabajo de manera silenciosa, siempre resistiendo el afán de generalizar. Valoramos al individuo sobre el grupo, lo real sobre lo conceptual, la dulzura propia del momento presente sobre el futuro en teoría pacífico que prometen los asesinatos. Muchos de nosotros tenemos problemas durmiendo y reposamos despiertos por las noches, preocupados porque alguna catástrofe caiga sobre alguien que amamos. Nos despertamos por las mañanas sin plan de convertir a nadie por medio de golpizas, humillaciones o invasiones. A decir verdad, estamos cansados. Trabajamos. Quisieramos sólo algo de paz y quietud. Cuando nos equivocamos, pensamos al respecto un rato y luego pedimos perdón. Nos protegemos bajo toldos cuando cae la tormenta en la ciudad, apenados por aquellos rostros preocupados, asombrillados, que caminan a toda prisa. En momentos de crisis, nos golpeamos las espaldas los unos a los otros con extrañeza, mascullando tímidas palabras de apoyo. Apresurados por llegar a una cita, recordando a un amigo que ha muerto, nuestros ojos se llenan de lágrimas y pensamos: Bueno, él era un pesado, pero qué suerte haberlo conocido.

Esto es GRMA. A aquellos que se oponen a nosotros les digo: Somos muchos. Estamos en todas partes. De hecho, somos más que ustedes. Aunque hagan más ruido, aunque creen un temblor momentaneo en el agua de la vida, nosotros aguantaremos, y prevaleceremos.

Únanse a nosotros.

Resistirse es fútil.

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